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 18-10-2009

María Prats y Ana Serra (colegio P. Damián de Barcelona)
Hace aproximadamente diez días emprendimos un viaje a Roma con el fin de estar presentes en la canonización del Padre Damián, misionero de los Sagrados Corazones. Aunque nuestro único objetivo era participar en ese acontecimiento que llevábamos esperando tantos años, volvimos con muchas más experiencias para explicar, y es por eso que escribimos sobre ello. Las horas de autocar fueron muchas, pero el apoyo de los compañeros, las películas de Xavi, el buen humor del conductor y la ilusión por llegar a ver a nuestro beato hecho santo pudieron con eso y mucho más. Día tras día nos llenábamos de energía, ánimo y macarrones con carne para salir a ver ese país que esperaba inquieto oír nuestros pasos firmes sobre sus monumentos y nuestros susurros sin aliento debidos a la hermosura que lo caracteriza. Le dimos nuestro apoyo a la torre de Pisa, cruzamos el Coliseo, le pedimos suerte a la Fontana di Trevi y no cenamos en la barriga del caballo del palacio senatorio porque éramos demasiados y su capacidad es de diez personas. Lo más curioso es que detrás de cada visita a alguno de estos lugares maravillosos se esconde alguna anécdota increíble, como la falta de afición a leer mapas que nos llevó a perdernos más de una vez, el memorable chapuzón a la fontana para rescatar un móvil, las originales gafas que decían a gritos “soy un guiri, ¿y qué?” y esto no son más que algunos ejemplos escogidos al azar. Mas dejando aparte las grandiosas experiencias almacenadas en el nunca del olvido, nos gustaría destacar la entrañable celebración en honor a nuestro Padre Damián en la Basílica de San Pedro del Vaticano, que no solo nos dio la satisfacción de conseguir lo esperado, sino la fortuna de ver la ilusión en los ojos de tantos otros; fue más que especial, única. Lo sabemos, porque lo sentimos y lo vivimos, y no ese día, porque estuviésemos enajenados por lo vivido, sino una semana más tarde, cuando hablando con la persona que nos pidió este artículo comprobamos que aún conservaba ese brillo de esperanza en los ojos. Y apostamos que esa expresión seguirá ahí y no se irá, y será eso lo que hará que nunca olvidemos este gran viaje.
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 14-10-2009

Blancamelia Canales Gil
Casi que nos salieron los dientes con los Padres de los Sagrados Corazones. Mi padre estudió en su Colegio de Torrelavega, en Cantabria. España. Nuestra casa estaba siempre llena de algún Padre: El P. Lorenzo, me enseño a leer, dando paseos por la huerta de casa. Del P. Luís, y del P. Ignacio, tenemos fotos del año 1944. Con el P. Mateo hice mis últimos Ejercicios espirituales, después conocí el Opus Dei, y llevo 41 años de fidelidad, -gracias a Dios-. He vuelto a ver Molokai. Dos veces desde el domingo: ¡Impresionante la confesión desde la barca! ¡La aceptación de la lepra, cuando no se quema con el agua hirviendo! Toda mi vida me han servido a mí estos y otros ejemplos de las Madres también de los Sagrados Corazones. ¡Muchísimas gracias, por la Canonización del P. Damián! Blancamelia
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 12-10-2009

Josep Lluís Burguera Pérez
Siendo aspirante salesiano, a mitad de los 60, recuerdo con emoción la película "Molokai". Yo vivía entonces en Uruguay y fuimos a un cine de un colegio salesiano de Montevideo a verla. La figura de este gran misionero ha tenido influencia en mi vida. Admirable en su entrega. Ahora, ya desde hace muchos años regresado a mi tierra valenciana, quiero rendirle este pequeño homenaje presentándo al P Damián de un modo atractivo para mis alumnos de "Reli" del primer ciclo de ESO.
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 12-10-2009

Sarita
De tantas cosas que tengo que agradecerle a mi madre, entre ellas está la de presentarme desde muy niña a El Padre Damian de Molokai. Desde entonces ha formado parte de mi vida y ha sido y es uno de mis grandes amores. Quiero dejar constancia de mi gran agradecimiento al Padre Damian. En mi casa siempre se le ha tenido mucha devoción. Tengo 49 años, y desde muy pequeña mi madre siempre tenía la revista en casa y siempre me gustaba mirarla y leerla sobre todo los agradecimientos y testimonios de tantas personas, la semilla de la actitud en la vida del Padre Damian germinaba en mi corazón. Te doy gracias Padre Damián, porque me ayudas cada día, y sé que estás conmigo desde que era muy niña, en todos los buenos, y sobre todo, en lo malos momentos de mi vida, que son muchos. Gracias Padre Damián. Tengo que decir que me siento muy emocionada y contenta por la canonización de mi querido Padre Damian. Eternamente agradecida.
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